Es casi imposible imaginar la antigua Roma y no pensar en la esclavitud aún en sus tiempos más remotos, entendiéndose por esclavo al ser humano privado de su libertad, por estar sometido a la potestad de un amo. El esclavo es, en Roma, un hombre pero no una persona, es una cosa, un objeto, una mercancía, por lo tanto, se puede comprar y vender.
La
esclavitud fue un pilar básico en la estructura social y económica de Roma. La
posesión de esclavos no se limitaba sólo a las élites de la política y la
sociedad romana, también podían ser propietarios miembros de las clases más
bajas e, incluso, los mismos libertos. Además, el número de esclavos que podían
poseer era muy variable, dependiendo de la riqueza del señor.
El abastecimiento romano de
esclavos se conseguía gracias a la combinación de varios recursos que solían
reforzarse unos a otros. El corazón de la ciudad se convertiría en el lugar por excelencia donde se podía
adquirir nuevos esclavos, aunque este no era el único sitio, en las tiendas de
los comerciantes del foro también podíamos encontrar a los pessimi ( esclavos
de la peor laya).
Los comerciantes de esclavos
eran celebres por sus rudas practicas en los negocios y su devoción sin escrúpulos
por los beneficios.
Pero, ¿ De donde procedían?
Bien, existían diferentes mecanismos para conseguir esclavos: